Moda y modistas

Alta costura, modisteria y prêt-à-porter

En el siglo XX, se pueden diferenciar tres tipos de vestidos según la manera como se confeccionaban. La forma más corriente y extendida era el vestido hecho por una modista, que, aunque no implicaba la originalidad del modelo ni tenía autoría específica, era mucho más económico y asequible. También había el vestido de alta costura, con diseños exclusivos y precios muy elevados, que solo estaba al alcance de las clases acomodadas. Y, por último, la confección industrial seriada o prêt-à-porter, que, aunque ya existía desde principios del siglo XX, se consolidaría sobre todo a partir de finales de los años sesenta y setenta porque era la confección más barata de todas. Se hacía en serie en las fábricas y se vendía en las tiendas de moda y complementos, llamadas boutiques, que proliferaron por aquel entonces. El prêt-à-porter, tanto el que se hacía en Cataluña como en el extranjero, acabaría por arrinconar a las modistas, aunque las boutiques –muchas abiertas por ellas mismas– a menudo necesitarían también a costureras cualificadas para adaptar los modelos a las clientas.

La modista, de Antoni Vila Arrufat