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De martes a sábado, de 10 a 19h
Miércoles, de 10 a 20h
Domingos y festivos, de 10 a 14.30h
La taquilla y la entrada cierran 30 minutos antes del límite horario
CERRADO: Lunes no festivos, 1 y 6 de enero, 1 de mayo, 10 de junio, 25 y 26 de diciembre
Plaza de Pau Vila, 3
93 225 47 00
mhc.cultura@gencat.cat
93 225 42 44. De lunes a viernes, 10 a 14h i 15.30-17.30h.
mhcvisites.cultura@gencat.cat
Autobuses V17, H14, D20, V15, V13, 39, 45, 51, 59 i 120
Metro L4 (amarilla) Barceloneta
Tren a Barcelona. Estació de França
Barcelona Bus Turístico. Línea roja y Barcelona City Tour. Ruta este. Parada “Museu d’Història de Catalunya”.
Hay tres parkings de pago próximos: en Passeig Joan de Borbó, Moll d’Espanya y Moll de la Fusta.
Los autocares disponen de espacios de aparcamiento cerca del edificio del museo.
General 4 euros
Reducida 3 euros
General 8 euros
Reducida 6 euros
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Es importante conocer el escenario en el que se produjeron los hechos para entender la movilización. La empresa desde donde se propagó la huelga, La Canadiense, primera multinacional que operó en Cataluña, desplegaba su actividad en el sector energético, clave en la economía, en la producción y en la distribución de
la nueva fuente de energía de la época: la electricidad.
Aquellos años son también tiempos de cambio para el movimiento obrero: la organización obrera atomizada va dando paso a grandes organizaciones sindicales, una de las cuales, la anarquista CNT, lideró la movilización.
En el contexto político catalán, cabe destacar en aquel momento el papel de una institución, la Mancomunidad de Cataluña, que había conseguido federar a las cuatro diputaciones con el fin de gestionar mejor los recursos y que trabajaba por conseguir la aprobación del primer Estatuto de autonomía.
La segunda revolución industrial se caracterizó por el uso de las nuevas fuentes de energía: el petróleo y la electricidad. En Cataluña, entre 1897 y 1913, se produjo un gran crecimiento de la industria eléctrica al aplicarse al alumbrado, ya que era una energía más limpia, segura y fácil de usar que el gas y, además, no producía olor.
Una compañía revolucionó el panorama de las empresas eléctricas durante el segundo decenio del siglo XX: la Barcelona Traction, Light and Power Company, Ltd., fundada por Frederick Stark Pearson el 12 de septiembre de 1911 en Toronto, Canadá (de aquí que fuera conocida popularmente como La Canadiense). La empresa tenía accionistas canadienses, británicos y, desde 1914, belgas, y fue la primera gran multinacional que se implantó en Cataluña. La compañía operaba con bancos con sede en Londres (Canadian Bank of Commerce, Bank of Scotland y Bank of Edinburgh), pero invertía los activos en Cataluña. Su modelo de negocio tenía como principal mercado Barcelona, donde la energía eléctrica se usaba en el alumbrado, los tranvías y el ferrocarril, pero trabajaba por toda Cataluña, donde empezó a construir las grandes redes que después acabarían suministrando electricidad por todo el territorio catalán.
Cataluña, a principios del siglo XX, tenía unos dos millones de habitantes. Eran tiempos de intensas migraciones del campo a la ciudad: mucha mano de obra procedente de las zonas rurales del interior de Cataluña y de Valencia, de Aragón y de Murcia se desplazó hacia las ciudades donde estaban los centros fabriles.
Las condiciones de vida de los obreros se caracterizaban por los salarios bajos, las largas jornadas laborales y las condiciones insalubres en las fábricas. En este contexto laboral, las mujeres y los niños constituían la mano de obra más barata.
En 1910 se creó la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), anarquista, que pronto se convirtió en el sindicato mayoritario. A raíz de la Primera Guerra Mundial, aumentó el precio de los productos de primera necesidad, empeoraron las condiciones de vida de la clase obrera y las tensiones sociales desembocaron en hechos como la huelga general revolucionaria de 1917 o la revuelta de las mujeres de 1918.
En la segunda década del siglo XX, el sistema político de la Restauración española entraba en crisis y conservadores y liberales se repartían el poder en gobiernos que cada vez duraban menos.
La Mancomunidad de Cataluña se pudo crear por el Real decreto de 1913 del gobierno de Eduardo Dato y así, entre 1914 y 1925, las cuatro diputaciones catalanas se agruparon para mejorar la eficacia de sus servicios y optimizar los recursos. El primer presidente de la Mancomunidad fue Enric Prat de la Riba y, a su muerte, lo sucedió en el cargo Josep Puig i Cadafalch (que en 1923 tuvo que exiliarse por la política anticatalanista de Primo de Rivera). Después y hasta la disolución de la Mancomunidad en 1925, fue presidida por Alfons Sala.
La institución puso en marcha una política de modernización material y cultural del país que tuvo, como principales logros, la recuperación de la lengua catalana en el ámbito público y normativo, la creación de instituciones culturales, la construcción de bibliotecas populares y la implantación de la red de teléfonos y de otras infraestructuras. A finales de 1918, junto con la Liga Regionalista de Francesc Cambó y con la Asamblea de Parlamentarios, la Mancomunidad impulsó un primer proyecto de Estatuto de autonomía.
Esta película hace un recorrido en tranvía por las principales calles de Barcelona que nos permite comparar a ritmo lento cómo era la ciudad a principios del siglo XX. Los medios de transporte: coches, bicicletas, carros arrastrados por mulas; tiendas con los toldos en la calle; las persianas y cortinas en los balcones; el vestuario de los tenderos, de los hombres, las mujeres, los niños; en definitiva, el latido de la ciudad. El anuncio del rodaje favoreció la participación de la gente que esperaba el tranvía para saludar la cámara durante el recorrido.
Barcelona en tranvía, realización de Ricardo baños, Productora Hispano Films, 25 de abril de 1909.
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